Recorrido: Poema de Constanza Alfaro
- revistaelcoloso
- hace 2 días
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Por los senderos de la tierra desgastada, allá donde los cerros guardan secretos,
una figura camina con las manos abiertas, vacías aún, pero llena de intenciones.
El barro, frío entre los dedos, se resiste al toque, la arcilla responde con silencio.
La piedra, firme e indiferente, se niega a ceder.
Y el lápiz, frágil como una rama seca, tiembla en la confrontación.
Noches enteras transcurren sin el abrazo del sueño.
Solo el canto lejano de un grillo, solo el martilleo constante de un pecho en duda.
Las estrellas, quietas y mudas, observan sin entregar respuestas.
Amaneceres grises alumbran ruinas, fragmentos dispersos de intentos fallidos.
Sin embargo, en medio de las cenizas, una chispa tenue sigue ardiendo. Una llama pequeña
pero viva.
El camino se estira entre polvo y rocas, cada paso hunde sus huellas en la fragilidad.
Manos y espíritu conversan con la creación, un diálogo sin palabras, lleno de preguntas:
¿Serás tú quien guíe, o soy yo quien debe aprender a guiarte?
Y un día, no en un momento exacto, sino el resultado de heridas y pasos, aquello que parecía
inalcanzable toma forma. No es cumbre ni muro, es torre en el horizonte.
Bajo el cielo inclemente, respira.
La obra se alza, llena de grietas, pero también de relatos. Y en su aliento está la respuesta: el verdadero éxito no está en llegar, sino en el andar.
Es el polvo en los pies, las caídas y la voluntad de levantarse, un espejo fragmentado, que
devuelve al alma su historia.
Un canto sin final, eterno.

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