Wish: Desear cosas imposibles
- revistaelcoloso
- 7 abr
- 3 Min. de lectura
El otro día, daba unas vueltas por el parque Bustamante; mejor dicho, me regresaba del Bustamante, a pie, luego de pasar una noche que me limitaré a definir como frenética. Bien se sabe que la mente suele trazar nexos entre anécdotas recientes y experiencias significativas del pasado. Escuchaba el disco Wish de The Cure mientras caminaba por Santa Isabel, y dilucidé un par de cosas; un tanto epifánicas, quizá, y desde algún otro punto de vista, puede que meras divagaciones.

The Cure es como ese viejo amigo que tienes desde la adolescencia, y que, sin importar el tiempo que pasas incomunicado, conservas lúcidas memorias de lo que fue, o de lo que sigue siendo, esa amistad. Son imágenes amplias, como los Infraleves de Duchamp, que te atraviesan sólo bajo ciertas circunstancias. Puede que crezcas y dejes de ver a tu amigo por meses, e incluso, por años. Puede que en todo ese tiempo no haya comunicación absoluta entre ustedes. Es posible, también, que haya más resentimientos de los que te gustaría aceptar. Pero pese a toda la distancia que se tome y la resistencia que generes en torno a eso, llega un momento de tu vida en el que no puedes dejar de pensar en todo lo que obtuviste a partir de situaciones compartidas; las palabras de consuelo que recibiste todas esas veces que te derrumbaste frente a él, y las veces que él se derrumbó frente a ti.
Con The Cure la cosa es parecida. Se puede estar meses sin escuchar alguna canción o un álbum de ellos. Es más: podrían pasar años en los que no tengas un acercamiento directo a su música. Todo puede seguir su margen de cotidianidad hasta que, lo que ahora ves como ajeno, y quizá distante, se reconstituye y la autoconsciencia de un entonces, de una anterioridad, se cristaliza. Puedes recuperar todo el sentido de lo vivido y fulminarte en tus praderas límbicas: permitir que la manera de enfrentar la desesperación vuelva a darte un pequeño aliento. Discos como Wish pueden ser una zona de seguridad para fluir con aquellas tensiones. Imagina pensar en Las Cosas Imposibles que has deseado: recuerda a tus amores no correspondidos; a la gente que te comiste en carretes, y que nunca volviste, ni volverás a ver; recuerda cuántas veces deseaste prolongar una experiencia de ternura, o, al menos, no perder del todo lo que nunca tuviste. Piensa en esos caprichos, abrázalos como tu adolescencia Rimbaldiana. ¿Cuántas veces soñaste despierto con ser parte de la pintura Los Amantes de Egon Schiele? Recuerda nuevamente la ingenuidad que te llevó a pensar en que podrías extender algunos instantes inevitablemente fugaces. Piensa en cuando no sabías que esas últimas noches serían las últimas noches. Recuerda también a las personas que deseaste haber conocido, intenta resurgir un eco de los rostros olvidados, de lo no vivido. Intenta desear Cosas Imposibles. Como decía Enrique Lihn en Monólogo de un padre con su hijo de meses: "Nada se pierde con vivir, tenemos todo el tiempo del tiempo por delante para ser el vacío que somos en el fondo". Recuerda, piensa e intenta.

Es en esos pequeños desbalances cuando sientes caer en tu pecho el sentido de las letras de Robert Smith. No hay nada más humano que desear cosas imposibles. No hay nada tan verdaderamente errático como querer restaurar lazos en instantes de crisis.
Remember how we used to dream
Those nights would never end
Those nights would never end
Por Lucas Solís Rebolledo
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