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Steve McQueen: El pop eterno de Prefab Sprout

  • Foto del escritor: revistaelcoloso
    revistaelcoloso
  • 1 jul
  • 5 Min. de lectura


Dentro del catálogo de Prefab Sprout, cuya primera etapa comprende una seguidilla de lanzamientos entre la mitad de los años ochenta y noventa, destaca el brillo de la producción pomposa y abstracta en su segundo LP con nombre de actor clásico de Hollywood. ¿Qué tienen que ver unos jóvenes del norte de Inglaterra, zona identificada con la clase obrera, con Faron Young, cantante estadounidense de country de los años 50? Un montón.


Paddy McAloon, letrista y compositor altamente prolífico que siguió la senda de sus ídolos Paul McCartney y Brian Wilson, construyó un mundo fascinante de imaginarios americanos e influencias del jazz y el R&B en un disco difícil de etiquetar por su exuberante creatividad. No obstante, el reconocimiento hacia su figura por parte del público general representa una fracción respecto a sus héroes y contemporáneos como Morrissey, Robert Smith o Neil Tennant.


El acercamiento indicado para este álbum en 2025 viene de la atemporalidad de sus canciones. El tono melancólico y evocador de "Bonny", el coming of age hecho canción de "Moving The River", el despecho de "Desire As", la complicidad de "Horsin' Around" y la atmósfera de "Blueberry Pies" son monolitos de la canción pop evocadora del siglo XXI. La escritura críptica de McAloon se ve potenciada por los coros prominentes de su expareja y cómplice artística Wendy Smith, el bajo estiloso de su hermano Martin McAloon y las percusiones prodigiosas de Neil Conti.



Su debut como banda se dio con Swoon (1984, CBS), un refugio de jangle pop pantanoso que resultaba discordante con su contexto de época donde el post-punk y new wave acaparaban el panorama musical británico. Entre la oscuridad y experimentación de algunos y el desenfreno y hedonismo de otros, Swoon denota un ímpetu de sonar lo suficientemente provocador en sus márgenes poperos. Figuras bíblicas, México, baloncesto y ajedrez son algunos de los temas principales que acompañan a las piezas compuestas por rasgueos funky de guitarras acústicas, pianos ligeros y ritmos complejos con cameos de post-punk y bossa nova.


Pese a la complejidad y crudeza —condicionada por el bajo presupuesto de su grabación— de Swoon, su sonido escondía una elegancia estilística que la banda articuló en cada lanzamiento posterior. Las condiciones materiales de ese 1984 en Prefab Sprout —un nombre de banda igual de indescifrable que algunas de las letras de McAloon— no eran un ideal a aspirar para su música. Paddy pensaba más allá, visualizaba una ruta a lo Quincy Jones o McCartney: pop grandioso, idiosincrático, con una producción coherente a la tecnología más sofisticada disponible.


Es ahí donde apareció el excéntrico Thomas Dolby, hitmaker responsable de clásicos pulidos como "She Blinded Me With Science" y "Hyperactive!". El músico con dotes de rata de estudio fue invitado a reseñar singles en un programa de la Radio 1 de BBC donde escuchó "Don't Sing" por primera vez: "Nunca había oído nada igual. Las ideas de Paddy parecían ajenas a todo, salvo quizás a una novela estadounidense de mediados del siglo XX. De repente, su manager me invitó a su antigua rectoría en Consett", declaró el afamado productor para The Guardian en 2020. El combo del músico aspirante a sonar de alta fidelidad y el productor hi-tech reconocido por sus creaciones de pop sintetizado se hizo realidad. ¿El resultado? Una colección de las canciones mejor producidas de los ochenta. Una de las escuchas más exquisitas de la música popular.


La producción de Dolby denota un contraste que parece el salto del día a la noche entre Swoon y Steve McQueen. Es un sonido profundizado por melodías de sintetizadores, bajos robustos, efectos vocales que le dan aire a la mezcla y una tendencia a emular la excentricidad jazz rock de Steely Dan, pero con el alma pop de verso-coro-verso de toda la vida.


El Fairlight CMI, ese sampler digital revolucionario y notoriamente costoso, se convirtió en la paleta principal de Dolby para crear esas texturas orquestales sintéticas que envuelven canciones como "Faron Young" con su banjo completamente sintético, y los memorables coros sintéticos que forman parte de la melodía principal de "Appetite". No era solo una cuestión de agregar capas: Dolby utilizaba el Fairlight para crear secciones de cuerdas que respiraban con vida propia, sample tras sample construyendo atmósferas que se sentían tan íntimas como cinematográficas.


Las frases asimétricas con tiempos impares y cambios de acordes complicados de la banda encontraron en Dolby un traductor perfecto. El productor sabía que la complejidad armónica requería de una producción que no compitiera con las melodías, sino que las realzara. Por eso el uso magistral del espacio: reverbs profundos que crean dimensión sin ensuciar la mezcla, delays que multiplican las voces de Wendy Smith creando coros angelicales, y esa capacidad de hacer que cada elemento sonoro tenga su lugar preciso en el espectro frecuencial.


Las letras de McAloon funcionan como un mapa mental donde conviven referencias aparentemente inconexas que, al juntarse, crean significados nuevos y complejos. En "Faron Young", el cantante de country de los años 50 se convierte en metáfora del paso del tiempo y la nostalgia por épocas doradas que son más mito que realidad. En "Moving the River", el hablante aborda la vida adulta con una metáfora donde las presiones autoimpuestas y las de terceros, como los progenitores, se vuelven una labor sisífica de "mover el río" —una tarea imposible y repetitiva, como el castigo de Sísifo en la mitología griega.


Esta técnica de yuxtaposición cultural —donde el paisaje post-industrial del norte de Inglaterra se mezcla con la literatura clásica y las fantasías americanas— crea un mundo lírico donde todo es posible porque todo está conectado por la sensibilidad poética del compositor. McAloon buscaba la complejidad emocional y sofisticación musical de sus héroes Brian Wilson, Marvin Gaye, George Gershwin y Paul McCartney. Pero a diferencia de sus referentes, McAloon escribe desde la periferia geográfica y cultural. Esta condición le permite crear un lenguaje único donde la ironía sutil convive con la emoción genuina. Sus letras evitan el sentimentalismo directo usando metáforas elaboradas.



La genialidad de Steve McQueen radica en cómo los arreglos de Dolby no solo acompañan las letras de McAloon, sino que las completan. Cuando McAloon y Smith cantan en “When

Love Breaks Down" con esa melancolía contenida, los arreglos de cuerdas sintéticas del Fairlight crean un colchón emocional que amplifica la nostalgia sin volverla empalagosa. Los grooves híbridos de batería acústica y LinnDrum a lo largo del tracklist no son solo bases rítmicas: son la representación sonora de esa tensión entre las dicotomías "orgánico-artificial", "mito-realidad", "ironía-sinceridad" que define el mundo lírico de McAloon. En "Appetite", los coros estratificados de Wendy Smith se convierten en la manifestación física del deseo que describe la letra: capas sobre capas de voces que se multiplican como el hambre emocional del protagonista. Los arreglos orquestales sintéticos dan grandeza cinematográfica a historias íntimas, transformando pequeños dramas personales en épicas emocionales. Cada elemento sonoro tiene una función narrativa, cada textura es una extensión del significado lírico.


A cuarenta años de su lanzamiento, Steve McQueen permanece como el reflejo más puro del pop refinado de su época. Su influencia vive en cada uno de los artistas contemporáneos que tomaron la antorcha del pop anglo más elaborado: en los arreglos espectrales de Arthur Russell, las vocales angelicales de Caroline Polachek, los grooves envolventes de George Clanton o en el excentricismo jocoso de A.G. Cook.


Más que un álbum, Steve McQueen se erige como una lección de cómo la sofisticación técnica puede potenciar la emoción humana sin sacrificar su accesibilidad. Es la demostración que la paciencia artística, la atención al detalle y la no convencionalidad creativa siguen siendo las herramientas más poderosas para crear una obra que trascienda su tiempo.


Por Joaquín Martínez Lira




 
 
 

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