Huesos en sal de mar: Poema de Miren Larramendi
- revistaelcoloso

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I. Mar de huesos
los huesos / ya no están
están -pero no están-
triturados / polvo / sal en el sedimento
un eco bajo la marea
no hay tumba
no hay cruz
hay cuerpos que fueron cuerpos
hombres / mujeres / mi padre / los suyos / los nuestros
amaron hasta el último instante
y ese instante fue arrancado de cuajo
toco el mar
y es tocar una herida
el agua me devuelve / ropa empapada de miedo
cuerpos reventados
sonrisas desfiguradas
la espuma me escupe dictadura
el mar huele a dictadura
lo repito
el mar huele a dictadura
hierro oxidado / sangre seca en las piedras
un silencio que me devora la garganta
aves bajan / devoran huesos / me miran
las amo
porque se comen la mentira
porque reparten memoria con sus alas
el mar es fosa común
es carcelero
es voz encadenada en el calcio
es canto ahogado de un pueblo mutilado
y sin estas muertes -yo no sería yo-
y sin esta soledad -no sabría amarme-
amarme entre ruinas / amarme en la intemperie
mi padre todavía desaparecido
mi garganta todavía rota
la dictadura todavía aquí
II. Exilio y herencia
sin haber nacido en chile
chilena por ausencia
chilena por herida
el destierro es un tatuaje en la lengua
el destierro es un tatuaje en la lengua
se pronuncia en cada palabra mal aprendida
se pronuncia en cada silencio heredado
la itinerancia es un fuego
es un fuego que no se apaga
es un fuego que no se apaga
es un fuego que calcina la casa
porque la casa no existe
una no decide dónde nacer
uno no decide dónde nacer
ni bajo qué circunstancias
los asesinados tampoco decidieron
las asesinados no eligieron
no eligieron la bala
no eligieron la picana
no eligieron la fosa abisal
aunque nací lejos
lejos, pero en la dictadura
cerca, pero en la dictadura
porque la dictadura estaba en todas partes
la no pertenencia se volvió mi casa
la extranjería, mi idioma materno
mi idioma materno, una lengua partida
una lengua partida, un espejo astillado
el mar me lo recuerda cada vez:
el mar huele a dictadura
el mar huele a dictadura
el mar huele a dictadura
no huele a otra cosa
en sus olas viajan grilletes oxidados
gritos desde el cuartel del olvido
risas quebradas convertidas en bentos
cadáveres amarrados a rieles
aves que picotean la verdad en la superficie
III. La voz que queda
me pregunté un día:
y si dejo de buscar y solo existo-vuelo
como una sombra entre otras sombras
y si dejo de buscar amor y solo doy
todo lo que soy, aunque muera,
aunque reciba picotazos e indiferencia,
y si me disfrazo de cotidiano
pero sigo siendo grieta / cicatriz abierta
soy la hija de los huesos enterrados en el mar
soy la cicatriz que respira
soy la dictadura todavía viva en mi sangre
yo nací y morí
en 1984
volví a nacer innumerables veces
y decidí morir en el mar
en el mar
en el mar
en el mar
y dónde estamos los marginales de los marginados
los que no cabemos en el valech ni en el rettig
ni en los archivos de la vicaría
ni en el relato oficial de los caudillos
auto-designados / guardianes de la memoria
grupúsculos que reparten credenciales al club de dolor
dicen ellos re-sentidos
como quien exige sonreír bajo el agua
como quien ignora que vivir sin un pedazo
y aun así dar amor
es un milagro
el asesino
en su ignorancia designada por decreto ley
dijo: la verdad es según yo
algunos creyeron
otros todavía repiten ese graznido roto
soy ave
devoro lo que queda de sus huesos
para volar sobre las ruinas
para que la dictadura no sea museo ni consigna
sino herida abierta en la boca del mar
y cada ala que corta el horizonte
es un testimonio,
un eco de huesos sumergidos,
con la dictadura aún hundida en el mar
esperando devorarnos otra vez,
y en su vuelo lleva mi apellido roto,
el nombre de mi padre
escrito con sangre sobre el agua.







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