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El ojo de la raskolnikov: Poema de Rick Rodríguez

  • Foto del escritor: revistaelcoloso
    revistaelcoloso
  • hace 3 horas
  • 3 Min. de lectura

sólo jugaba todo el tiempo

en varios actos para crear una estética única

todas y todos en distintos órdenes y proporciones

aferrados a la maldad y a sus núcleos rodados

posmoderno de venganza y de vergüenza

con el sol rebelde e invertido

con las canicas que rehúyen el asfalto

y que digitan las piezas selectas a reunir en vano

indignos de su rebaño

el siglo de oro

el grupo:

poetas, músicas, escritoras, lectoras y lectores de filosofía, consumidores de opioides,

[anfetaminas

con el objetivo siempre presente de diagramar la estructura de los sueños en la

[realidad

la magia tradicional occidental en su vida

ludópatas, sodomitas, sifilíticos, alcohólicos.

quiero que se sepa / que no voy a perdonarlos

por eso eran criminales y por eso no temían portar en sus manos la capacidad para

[matar

la ducha suena ocupada y su agua rauda

la más joven se arreglaba los bototos en la cocina

matemáticas puras en el rincón en donde se cuece el polvo que determina

el santo oleaje de las victorias futuras

el barniz no se hace necesario

el músculo tenso está en movimiento

la mandíbula aún sabe besar y masticar

la carne no olvida las caricias de la madre en la batalla

divierte la soga con tu nostalgia patética tuerta de paz y de luz

la peste consistió en dejarse llevar por ideas, sensaciones y ensoñaciones de diverso

[calibre

abrigos largos y oscuros, bototos, botines y zapatillas negras.

cuando los mapas caen, altas barreras dejan las cumbres con sus disonancias

[eléctricas de paso

mochilas, bolsos pesados y un maletín, un vehículo robado, huevos fritos,

marraquetas, café - estremecidas-

una entrevista publicada en primavera

principal es la logística de distribución e integración sistémica

aberrando laberintos en los barrios

participación en la defensa ante infecciones gubernamentales

despedazada tragándose el arrojo con los medios y los días

con dos de las dos más altas barreras con las cumbres y sus disonancias

llegó el auto! cacareó Paulo, mientras se arreglaba objetos contundentes bajo las alas

[de su largo abrigo

(destella el ojo de la raskolnikov con el cargador cambiado)

todos dejaron sus cafés, las tostadas, los cigarrillos semi apagados bajaron raudas las escaleras,

los zapatazos y los bototos las hicieron retumbar

una pubertad sin color y sin duración

esgrima la esquirla de la esencia en aquellos corazones

(técnicamente la bomba está en su lugar, sólo tenemos que entrar y detonarla)

antes del dolor bajo, viene el cántico del vientre sobre las espuelas de la gallina

[espumada

el vehículo con los 8 ocupantes cruzaba la ciudad como una lanza, cortando e

[interrumpiendo el tránsito

¿cómo conseguiré saber si hago lo correcto?

creo que esta pregunta no tiene cabida…

sin culpa, como un grupo de animales que trepa sobre la naturaleza para mirar

confiados los contornos de sus almas / el borde( siempre) incorregible de la historia

sólo jugaba todo el tiempo

todas y todos en distintos órdenes y proporciones.

como si viera desde lejos en las nubes las precisas pinceladas de su espíritu quemando el tiempo

sus pericias

todas sus eternidades en una sola pira amable incandescente

las nubes cambian de color y se desarman en ritmos

de espasmos abrazados

las manos de las juventudes comienzan a escribir signos en las rocas y en la arena de

[las playas

el amor suena a la distancia como un faro que viene a rescatar a los sobrevivientes y los arroja nuevamente al mar embebecido embrutecido el mar embellecido enaltecido embravecido

despierta,

vamos en una balsa

y no somos pocos.


Hiroshima (Yves Klein, 1960)
Hiroshima (Yves Klein, 1960)

 
 
 
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