Monólogo de un adiós: Texto de Javier Ignacio Lux
- revistaelcoloso
- 14 feb
- 2 Min. de lectura
¿Cómo soportar el paso del tiempo que siempre pasa en vano? ¿Cómo sobrevivir al vacío de los días? Sólo sé esto: me gustaría estar apoyado bajo la sombra de tus hombros, y rozar tus arrugas de mujer mayor, así como en los viejos tiempos, en los tiempos en los que me decías que la muerte iba detrás de ti, y llorabas porque los años habían hecho añicos tu lucidez y tus sueños, y yo sólo te abrazaba, pues no me quedaban palabras ni canciones. Quiero descansar en ti, dormir, quizá, sin miedos ni inseguridades, como quien cae preso de un hechizo: el hechizo que pacta el cisne y el lago. El problema es que la magia dura demasiado poco, y los recuerdos, en cambio, suelen acompañarnos por el resto de nuestras vidas. ¡Tanta vida, mujer, tanta vida! Es difícil liberarse de las ataduras de la mente, y disfrutar, aunque sea por un momento, del ahora, el presente... El estar. Me pregunto cuántas veces no he estado feliz sin siquiera saber que lo estaba. Se me hace un poco confuso, e incluso, y dado que estoy tan ebrio como un profeta antiguo, algo paradójico, tan paradójico como una partida de ajedrez entre el amor y el odio. Y es ahora cuando vuelvo a una pregunta que resuena en mi cabeza al compás del jazz, y que, cada tanto, me mantiene despierto hasta la madrugada: ¿Cómo me recordarás? ¿Qué dirás de mí cuando no sea más que un viejo recuerdo? ¿Me susurrarás una canción al oído cuando me sienta solo, triste, y piense en ti, y nada más que en ti, así como la muerte recuerda a cada una de las almas que se ha llevado? Y yo que siempre recordaré la mueca de tus labios húmedos... Por lo pronto, y mientras dure el sedante efecto de la melancolía, no me queda nada más que agregar. Me voy, me voy, me voy a los poemas en los que aún estás presente.

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